Con Johnson y Boswell

El libro “Borges” representa una auténtica fiesta dedicada a la literatura: sarcasmos, complicidad, un duelo exigente —y feliz— sobre lecturas, además de una gran historia de amistad. Un espectáculo divertido y inteligente se sucede cada noche, después de cenar: “Borges come con Bioy” reúne una serie de artículos sobre este diario canónico y adictivo.

 

Borges Adolfo Bioy Casares Destino 2006

Borges
Adolfo Bioy Casares
Destino 2006

Una singular historia de la literatura separaría a los partidarios de las Conversaciones con Goethe de Eckermann y a los incondicionales de la Vida de Samuel Johnson recopilada por Boswell. El tono reverencial, de asombro exaltado que contiene el libro sobre Goethe no encaja con la vivacidad, el humor y los contrastes humanos que sobresalen en el retrato del doctor Johnson. “Qué  hombre insufrible”, se indignaba la madre de Borges cada vez que Boswell tomaba la palabra. Pero las simplezas y la comicidad —a veces exasperante— del autor, recuerda Borges, son un hábil recurso para realzar la figura del gran crítico inglés.

“Es obvio que Boswell era mucho más inteligente que Eckermann, Johnson que Goethe”, apunta Bioy Casares en Borges, mil quinientas páginas de un diario que, a lo largo de cuarenta años, registra los encuentros de dos amigos que viven en estado permanente de literatura. “Come en casa Borges”, con esta fórmula ya clásica se nos introduce en un intercambio brillante y festivo de opiniones basadas en un principio para ellos esencial: toda obra es vulnerable. Retirados los platos, escriben cuentos y parodias, leen “débiles poemas” para un concurso, lanzan maldades y compiten en el arte de la impertinencia literaria. “A veces somos injustos”, se recuerdan uno al otro sin abandonar la sonrisa.

Para Bioy una hora de trabajo con Borges equivale a años de aprendizaje, pero la admiración no diluye la complicidad en estas veladas. El estilo del libro —una oralidad que reproduce el tono y casi hasta la respiración de Borges— está trabajado tal y como proponía el autor de El Aleph, que no se noten los artificios que son la base de la literatura. Bioy sabe que su papel es secundario, pero sus intervenciones y insidias —adorablemente malvado con Victoria Ocampo— lo convierten en un gran personaje. Pocas veces discrepan: cuando Bioy tiene una reunión con tenistas jubilados de su club, Borges esboza una burla, pero lo disculpa: “Yo también he sido amigo de ex cuchilleros”. Ya entrada la noche, Bioy acompaña a Borges a casa en el Chevrolet, o caminan por el laberinto de Buenos Aires en un paseo interrumpido por etimologías. Al tándem Johnson y Boswell les ha salido un aliado, y un competidor.

 

La Vanguardia, 27 enero 2010